DENUNCIA DE PLAGIO

POST RE-EDITADO: hey, hola. Quería deciros que Pervy retirará ese capítulo de su obra, una decisión que le agradezco con toda sinceridad, y que, finalmente, todo está arreglado entre nosotras, creo que para satisfacción y tranquilidad de ambas. Os agradezco mucho el apoyo que me habéis dado en estas 48 horas que, por amor del cielo, espero que no se repitan ^^;. Sobretodo me gustaría destacar la corrección y el saber estar de que habéis hecho gala, que me parece que os honra. Estas cosas, cuanto antes y con mayor educación se resuelvan, mejor para todos ¡Gracias y creo que ambas partes damos el tema por zanjado!

De antemano, mil disculpas si mi lenguaje con este post suena MUY, MUY, MUY CABREADO, pero creo que tengo justas razones. ¡¡ME HAN PLAGIADO!! Gracias a una amable lectora que me ha dado el aviso y enviado los documentos, acabo de saber que alguien apodada Perversa, al parecer administradora de un blog de traducciones y que tiene varias obras a las que llama «originales» se ha apropiado de una de mis escenas de sexo entre Qhuinn y Blay de «Amantes liberados». Esta señora ha cambiado el nombre de los chicos por los de sus propios personajes con todo el santo jodido morro del mundo, y ha colocado la puta escena como el «capítulo 7» de su «obra».

Ahora mismo os pondré los trozos, uno detrás del otro, para que podáis comparar de manera neutral. He puesto un comentario en su blog y espero que tenga la gracia de retractarse y pedir disculpas por el PLAGIO DESCARADO. Eso sí, si sufro algún ataque informático en mi blog, ya os podréis imaginar por qué es, pero NO ME PIENSO QUEDAR CALLADA PORQUE ES MI JODIDO TRABAJO Y ESA ESCENA COSTÓ DÍAS DE ARRINCONAR TODO MI ESCASO TIEMPO LIBRE, ESTRUJARME LAS NEURONAS Y REESCRIBIR CADA FRASE, ASÍ QUE NO PIENSO PERDONAR QUE CUALQUIERA QUE QUIERE PODER DECIR QUE TIENE UNA OBRA «ORIGINAL» SE LAS COPIE CON TODA LA RUINDAD DEL MUNDO.

Aquí tenéis la comparación de los fragmentos plagiados:

«Amantes liberados», escena del capítulo 3, «Aturdido», parte 2, que publiqué el 14 de enero de 2011

«El pelirrojo se inclinó sobre él y sus labios se apoyaron contra los suyos, suaves y dulces. Tanto como aquel beso en la sala de curas, hacía meses, el primero que le había hecho sentir algo. Se dejó vencer por el peso de Blay hasta tumbarse sobre los cojines que le había puesto, con su amigo encima, entre sus piernas. Acarició la espalda pecosa con las manos, sin prisas, con los ojos cerrados.

Blay se acostó sobre él, apoyando el peso en su costado sano, y recorrió con los dedos el perfil de su rostro, el piercing de su ceja, el aro en su labio inferior. Todos los remaches que Qhuinn se había clavado en el cuerpo para que le ayudaran a creerse que era un tío duro en vez de un crío abandonado. Le dejó hacer, con una mano en el pelo húmedo de su nuca, la otra apoyada en su espalda, inseguro.

Los labios de Blay volvieron a los suyos, besando sus comisuras, antes de desviarse a sus mejillas, su mandíbula y su cuello, salpicándole de besos tiernos, acariciándole con la punta de la nariz. Oliéndole como si él fuera un perfume exquisito. Qhuinn le abrazó sin aprisionar, inclinando el cuello para dejarle acceso y exhalando el aire de un suspiro.

-Ojalá pudieras verte a través de mis ojos… -murmuró Blay contra la piel de su garganta, una de sus manos enredada en su pelo de punta.

-¿Qué vería?- tuvo que aclararse la garganta.

-Alguien hermoso. Y no sólo por fuera.- Blaylock apoyó un codo en un cojín, recostando la cabeza sobre la palma mientras le miraba con calidez y su mano derecha recorría su labio inferior-. Eres grande, Qhuinn, sólo que no lo ves.

No respondió. No podía. Blay tenía la capacidad de ayudarle a curarse con una sola frase.

Completamente inseguro, se limitó a aferrarse a Blay cuando volvió a besarle, esta vez entrando en él, lento, mojado y profundo mientras se movía despacio para hacerse sitio entre sus piernas. Qhuinn nunca había besado a alguien tanto rato, ni había abrazado a nadie así. Porque nunca le había interesado sentir a nadie, sólo aplicarse algo de bálsamo de falsa cercanía para poder seguir tirando un poco más por la vida.

Ahora daría un par de décadas de su existencia por quedarse abrazado a Blay, dejando que su… su… lo que fuera que le transmitía le ayudara a crecer y a enraizarse.

Las manos de Blay fueron al cinturón de su albornoz para desabrocharlo y luego retiró la prenda despacio, descubriéndole con un susurro de algodón. Dejó de besarle el tiempo suficiente para quitarle las mangas, dejándole totalmente desnudo. Blay se apoyó con las manos sobre el colchón, encima de él, levantando las caderas para que Qhuinn pudiera quitarle la toalla que llevaba anudada a la cintura. Su pene grande y ancho quedó libre, y la punta esponjosa rozó la del suyo.

Sólo aquel roce sensual fue suficiente para que Qhuinn se arqueara, atrayendo a Blay hacia él con las manos sobre su baja espalda. Abrió las piernas, haciendo que el pelirrojo cayera entre ellas, apretando sus ingles calientes. Notó los testículos de Blay contra los suyos y tuvo que reprimir un gemido.

Nunca en la vida habría podido ir tan lento de no estar agotado en todos los sentidos, aturdido más allá de las palabras y dolorido.

Dio gracias por encontrarse así, por que su debilidad le permitiera abrir las puertas a Blaylock.

-¿Te gusta notarme?- la voz de Blay era tan suave como su tacto, chocantemente masculina en contraste con sus músculos enormes.

Qhuinn alzó las caderas, frotando sus erecciones.

-¿Tú que crees?- jadeó cuando notó humedad brotando de sus puntas.

La lengua de Blay empezaba a trazar dibujos lánguidos sobre la vena de su cuello, hacia abajo.

-No sólo ahí, ¿te gusta notarme cerca?- murmuró antes de morder suavemente sobre su pulso cada vez más acelerado.

Qhuinn le abrazó con tanta fuerza que temió partirle. Pero Blay no era una hembra delicada, ni siquiera se quejó.

-Me haces sentir vivo.- la voz le salió rasgada, pero no le importó.

Blay sonrió contra su vena y su aliento acarició como niebla la piel que había dejado húmeda. Resbaló despacio hacia abajo por su cuerpo, frotándose contra su polla, provocando sus gruñidos. Cuando sus dedos empezaron a juguetear con un pezón atravesado por un aro plateado, Qhuinn abrió unos ojos como platos. Blay le miraba con un peculiar brillo sensual. Se llevó el dedo índice a la boca, chupándoselo con intención, y luego acarició su pezón endurecido poco a poco, muy lento. La maldita cosa se puso tan dura que el aro que lo atravesaba le arrancó una punzada.

-Joder, Blay. Vas a hacer…- se retorció, sudando-… que me corra… sólo con esto.- el pelirrojo sostuvo su pezón entre el índice y el pulgar, frotándolo con cuidado, moviendo su aro, sin dejar de mirarle, con los labios hinchados y los mechones cobrizos sobre la frente-. Mierda… – su polla latió contra el vientre de Blay.

El pelirrojo sonrió y acercó la boca a su pezón, despacio. Los ojos azules se clavaron en los suyos mientras sacaba la punta de la lengua y a Qhuinn se le nubló la vista en cuanto le tocó. Sólo tenía que imaginarse lo mismo pero entre sus piernas y…  su amante cerró los labios sobre su pezón erecto y chupó con fuerza.

-¡BLAY!- fue incapaz de estarse quieto, clavó los dedos en la espalda del pelirrojo, sacudiéndose como un adolescente en su primera vez mientras Blaylock chupaba de su pezón, lo lamía y estiraba.

Cuando movió la boca hacia el otro, sin dejar de acariciarle el humedecido con los dedos, Qhuinn estuvo a un tris de correrse. Se frotó contra Blay en busca de alivio, moviendo las caderas rítmicamente, pero el muy cabrón tenía la misma fuerza que él y no estaba herido. Le mantuvo atrapado contra el colchón con el peso de su cuerpo.

-Mierda, mierda, mierda…- jadeó, con el pecho sudoroso y los pezones tan sensibles que notaba los malditos aros por dentro.

La cabeza pelirroja empezó a bajar por sus abdominales, salpicándole de besos dulces, saliva y Qhuinn se apoyó sobre los codos, incapaz de apartar la vista ni que mediara una guerra nuclear. Blay le disparó una mirada azul a la altura de su ombligo y las pelotas de Qhuinn se encogieron, mandando calambres de placer hasta el último rincón de sus células.

-¿Vas a dejar que lo haga?- Blaylock habló a milímetros de su polla y la cosa empezó a supurar, irguiéndose al máximo de sus posibilidades.

-¿Crees… que voy… a salir corriendo?- coño, también necesitaba un trasplante de pulmón, los que tenían no hacían bien su jodido trabajo.

-No lo sé. Parece que sólo sea mi imaginación… como cuando follábamos en grupo. Luego volvía a casa y pensaba cómo sería.

Las manos de Blay, esas jodidas manos largas y suaves, acariciaban sus vientre, sus muslos, invitándole a separarlos más.

-Mierda, Blay, ¿qué crees que hacía yo?- nunca había pensado que confesaría algo así, las veces que se había masturbado en su habitación intentando calmar su imaginación desatada.

El pelirrojo sonrió. El gesto más lánguido y sensual que le hubiera visto.

Luego descendió hasta que Qhuinn tuvo en el mismo ángulo de visión su polla y el rostro de Blay, con los ojos claros clavados en los suyos. La lengua de Blaylock tocó la base de su erección y subió hacia arriba, recorriéndola de un solo trazo. Cuando llegó a la punta, abrió la boca, ciñéndole con los labios, y bajó, tragándole entero en un apretado círculo húmedo.

Blay hizo algún sonido en su garganta al llegar a su base, transmitiendo la vibración a toda la polla que tenía en su boca.

Qhuinn se dejó caer de golpe sobre el colchón, rugiendo como un animal herido mientras las caderas se le disparaban solas hacia arriba y sus manos se enredaban en el pelo rojizo.

El cielo, acababa de llegar al cielo.

OOO

Era difícil sonreír cuando estabas a punto de ahogarte con la polla larga y gruesa de tu amante en la garganta, así que Blaylock lo hizo mentalmente.

Notaba las pulsaciones del miembro de Qhuinn contra su lengua y lo sacó despacio, chupando la punta grande. Probó el sabor del líquido que brotaba de ella antes de volver a bajar sólo con la lengua, ignorando el juramento de protesta de Qhuinn.

Tenía que acariciarle entero antes de que el momento especial se acabara.

Su lengua llegó a los pesados testículos y tuvo que mantener a Qhuinn quieto aferrándole de las caderas con fuerza suficiente para dejarle morados. Giró sobre ellos, humedeciéndolos, pasando la lengua alrededor y por la delicada piel entre sus pelotas, cerrando los ojos y aspirando su olor como si viviera en un sueño.

Lentamente.

-¡B-Blay, c-coño!

Los chupó enteros, despacio, deleitándose con esmero. Olió el sudor de Qhuinn cuando el autocontrol de su amigo amenazó con saltar por los aires. Abrió los ojos para beber de su visión, de lo jodidamente hermoso que era Qhuinn dejándose hacer, antes de volver a tragar su polla, presionando con labios y lengua.

No pudo ir más lento porque Qhuinn no le dejó. Sus caderas subían y bajaban, follándose en su boca y eso era lo que Blay siempre había querido cuando veía como cualquier tía se la chupaba. Esa vez, él era quien tenía la boca llena. Las manos de Qhuinn cogieron su cabeza y Blay estuvo a punto de irse ahí mismo al oír su nombre de sus labios.

Su nombre.

Qhuinn se disparó en su boca, tibio, abundante, y Blaylock tragó su semilla sin vacilar, la primera vez que lo hacía con alguien. Ni la textura cremosa ni su sabor le repelieron. Nada de Qhuinn lo conseguiría. Fue un orgasmo largo y profundo. Blay se quedó tumbado contra el costado de Qhuinn cuando el moreno acabó, la mano derecha aún rodeando su polla con suavidad. Los dedos de Qhuinn juguetearon con su pelo despacio y su pecho jadeó.

Blay besó la suave piel sudada de su vientre, moviendo despacio la mano sobre su pene resbaladizo, sólo por el placer de prolongar el contacto, de memorizar su suavidad. Ni sabía hasta dónde querría llegar Qhuinn ni hasta dónde soportaría llegar él sin perder la cordura, pero lo quería todo.

Como siempre con Qhuinn.

Frunció el ceño cuando lo que sostenía en la mano volvió a endurecerse. Los brazos de Qhuinn tiraron de él, echándoselo encima. Había una expresión peculiar en los ojos bicolor que Blay no había visto hasta ahora. Maravilla, si es que podía definirlo así. Consiguió lo que no había conseguido todo lo que le había hecho a Qhuinn: que enrojeciera, avergonzado.

Las manos anchas del moreno le cogieron la cara y le pilló totalmente por sorpresa con un beso casto, tierno. Parpadeó.

-Cógelo de mí, Blay.- Qhuinn no sonreía, sólo quemaba con los ojos y la voz-. La otra noche fui un animal. Cógelo tú de mí, enséñame. Déjame ver cómo lo haces, aprovecha que no me puedo mover.

Lo quería, Qhuinn también lo quería. Parte de su vergüenza congénita, que había conseguido mantener a raya, volvió a asaltarle al imaginarlo,  mezclada con una buena dosis de vulnerabilidad.

A pesar de todo, Blay estiró la mano hacia la mesita de noche, abrió el cajón y sacó un tubo de lubricante. Qhuinn siguió sus movimientos con los ojos hasta que le cogió el gel. Se frotó los dedos, untándoselos en lubricante, y luego le atrajo hacia él hasta que Blay estuvo montado a horcajadas, con las piernas a ambos lados de Qhuinn, intentando no sentarse sobre su costado.

La mano del moreno le enlazó la nuca para obligarle a agachar la cabeza hasta poder besarle con facilidad. Blay jadeó contra sus labios en cuanto una mano resbaladiza empezó a acariciar su polla hirviendo. La otra mano de Qhuinn se coló por detrás, entre sus nalgas, y el jadeo se le convirtió en un gemido al notar sus dedos jugueteando con su entrada.

Cuando le penetró el primero, despacio, Blay supo que el precio que iba a pagar por esas horas preciosas, al volver las dudas y los rechazos, iba a ser muy, muy alto.

OOO

Qhuinn nunca había usado lubricante. Nunca había ido tan lento. Y estaba disfrutando de las dos cosas con el jodido nudo en la garganta que no le había abandonado desde que había entrado por la puerta de la terraza.

¿Cuándo se había sentido tan feliz? ¿Tan sereno? Jamás.

Blay le mordió los labios y tembló cuando él le penetró con un segundo dedo, entrando con suavidad, moviéndolos poco a poco mientras su otra mano acariciaba toda su longitud. Apretó ligeramente la punta y Blaylock gimió en su boca, colándole el sonido hasta la garganta. Sus dedos entraron más profundamente en él, repartiendo el lubricante, ensanchándole hasta que Qhuinn tocó algo en su interior, un punto rugoso.

El pelirrojo se separó de su boca y enterró la cabeza en su hombro, poniéndole el vello de punta con aquel gemido agudo y largo contra su oído.

-Virgen, Blay, me encanta oírte. Muévete para mí.

Montado encima de él, con las manos y las rodillas apoyadas en el colchón a los lados de su cuerpo, Blay empezó a ondular despacio contra sus dedos, resbalando a la vez la polla en su palma y Qhuinn pensó que no había visto nada tan erótico entre los cientos de cuerpos que se había follado, fueran tíos o tías.

Chirrió los dientes, obligándose a ir lento, a pesar de que su propia polla estaba ya más que lista para un nuevo asalto. Penetró a Blay con un tercer dedo y estuvo al borde de correrse sólo con el gemido que le arrancó. Los movimientos de su amigo se volvieron más rápidos y Qhuinn apoyó la cara contra su pelo mientras le masturbaba con fuerza, siguiendo su ritmo de ondas largas.

-Hazlo Blay, quiero que te corras encima de mí.- murmuró en su oído-. Quiero que me marques.

Rugió. Su amigo rugió desde el fondo del pecho, acelerando su vaivén mientras Qhuinn movía los dedos en su interior y presionaba su polla, cada vez más rápido.

-Q-Qhuinn… -Blay gimió o sollozó o jadeó o lo hizo todo junto contra su oído y su semen le bañó el estómago en pulsaciones líquidas.

-Eso es, Blay, eso es…- le acompañó mientras se vaciaba, con caricias largas y besos en el rojizo pelo sudado.

Blaylock volvió a jadear cuando le soltó y sacó los dedos de su interior. Giró el rostro hacia él, con la inseguridad y la vergüenza mezcladas a partes iguales mientras aún temblaba.

-Eres lo más sensual que he visto en mi jodida vida, Blay.- murmuró.

El pelirrojo escondió la mirada bajo las pestañas, mordiéndose el labio. Qhuinn maldijo la estúpida herida interna que le impedía ponerlo boca abajo y bombear en su interior con toda la fuerza posible; aunque, en realidad, era mejor así.

Metió la mano entre sus cuerpos y se untó la polla con la semilla de Blay además de con lubricante. No iba a hacerle daño. Esa vez, al menos físicamente, no iba a hacerle jodido daño.

El pelirrojo desvió la mirada hacia abajo para ver lo que hacía y sus mejillas se pusieron a juego con el pelo. Qhuinn rebulló bajo él para poder incorporarse un poco, sentándose en la cama, y después le cogió de las caderas para guiarle sobre su polla más que preparada. Blay seguía con la mirada baja y Qhuinn le cogió de la cara con una mano, levantándosela.

-¿Qué es? Dímelo.

Blay meneó la cabeza y apoyó las manos en sus hombros, a horcajadas sobre él, rozando su erección.

-No quiero pensar en lo que pasará después.

Las tripas de Qhuinn se retorcieron y el agujero de la excavadora en su pecho, que no había notado desde que había entrado en la habitación, se desgarró de nuevo. Pegó los labios a los de Blay durante un largo rato antes de poder hablar.

-Entonces no lo hagas. Mírame.- sostuvo los ojos azules-. No dejes de mirarme, Blay. Ojalá… ojalá puedas entender lo que me haces.

Los faros claros de Blaylock siguieron clavados en sus ojos defectuosos sin moverse un ápice mientras Qhuinn resbalaba las manos por sus costados hasta las nalgas, separándoselas con suavidad. Guió a Blay hasta su polla y siguió mirándolo cuando su amigo empezó a bajar.

Sólo cerraron los ojos cuando Qhuinn entró en él con una presión lenta y sostenida. Tal como estaban, con él sentado y Blay montándolo, podían abrazarse mientras se miraban, Qhuinn atento a cualquier señal de dolor. No la hubo. Sólo una leve incomodidad cuando estuvo totalmente enterrado en la bendita estrechez del interior de Blay.

Ni un solo rastro de dolor cuando hacían las cosas bien.

Los dos temblaron cuando Blay se movió un poco, acomodándole, y Qhuinn acarició toda la extensión de su espalda.

-¿Qué es esto, Blay? ¿Qué es lo que me haces?- murmuró, buscando respuestas en los ojos de su amante. Él se movió con delicadeza, arriba y abajo, con un movimiento sensual de sus músculos, y Qhuinn tuvo que apretar los párpados, desbordado.

-¿Qué… sientes.. Qhuinn? Dímelo.- las manos de Blay se apoyaron en sus hombros, sosteniéndose para poder alzarse y bajar.

Sus propias caderas salieron a su encuentro, acompañando el vaivén profundo. Metió la mano derecha entre ellos, acariciando la rigidez de Blay, maravillándose cuando su amigo jadeó, en éxtasis, sin dejar de moverse sobre él, flexionando los abdominales y los muslos.

-Tú haces… Me siento querido.- cambió el ángulo de sus caderas y supo que había alcanzado lo que buscaba por el gemido de Blay-. Eres… Dios, Blay.- algo enorme estalló en su pecho, algo hecho de felicidad, de perdón y de aceptación-… sólo tú. Sólo contigo.

Quiso decir más, pero no pudo y, bendito fuera, Blaylock pareció entender porque sus brazos le ciñeron con más fuerza hasta que Qhuinn escondió la cara en su cuello. Su brazo izquierdo siguió enlazando a Blay contra él mientras su mano derecha acariciaba su erección con el mismo vaivén suave de sus cuerpos.

El calor le recorrió en oleadas, no sólo concentrado en sus pelotas como cada vez que follaba en algún rincón anónimo. Creó ecos en su cuerpo y en su alma, calentándole despacio pero profundo, imborrable. El olor de marcaje no brotó de él en ningún momento, demasiado aturdido como estaba por lo que sentía, por que alguien como Blay estuviera haciendo el amor con él, por lo grande y jodidamente correcto que era todo.

-Esto… es lo que quería… contigo.- el susurro de Blay contra su oído sumó otro escalofrío a los que ya le sacudían.

No se refería sólo al sexo. Porque lo que estaban haciendo no era sexo, no como Qhuinn lo había entendido toda su vida.

Besó el cuello de Blay mientras se movían en un vaivén acelerado, pegados el uno al otro, magullándose con la fuerza de sus brazos. Las caderas de Qhuinn recibieron cada encajada de Blay como si hubieran estado programadas para ese preciso momento, siguiendo el frenesí en perfecta sincronía. Sus gruñidos y gemidos se acoplaron junto con sus respiraciones hasta que Qhuinn pensó que se había perdido a sí mismo y se había fundido con Blay.

Rahlman, salvador. Eso y más era Blaylock.

-Voy… voy a irme…- su amante gimió, abrazado a él.

-Déjame verlo…

Blaylock se separó de su cuello, apoyándose otra vez en sus hombros para arquearse hacia atrás, frotando aquel punto de nervios de su interior contra su polla mientras los músculos de sus piernas le impulsaban arriba y abajo a un ritmo frenético. Qhuinn no desvió la vista de aquel espectáculo, de su Blay feliz, sensual y satisfecho, a pesar de que la herida del vientre le envió ramalazos de dolor que corrieron por todo su costado. Pasó la mano izquierda por los abdominales tensos de Blay, maravillado al ver cómo se mordía el labio con los colmillos mientras ondulaba sobre él.

Cuando Blaylock echó la cabeza hacia atrás con un gemido ronco, clavándose sobre él y derramándose en su mano, Qhuinn se corrió al instante. Por la brutal sensación de las pulsaciones del cuerpo de Blay alrededor de su polla, por el semen tibio entre sus dedos o sólo por el jodido placer de ver a Blay feliz, no sabría decirlo.

Siguió corriéndose mientras Blaylock le acariciaba el pecho, moviéndose aún con suavidad, ayudándole a descargarse. Tembló entre los cojines varios minutos, incapaz de parar el orgasmo y, cuando acabó, quedó exhausto, sin poder moverse excepto para atraer a Blay contra él, abrazándole sin ningún espacio entre los dos. Jadeando a la vez.

Nunca había deseado a Blay sólo por sexo, ahora lo entendía. Lo deseaba por eso, por lo que acababan de hacer, por lo que intuía que su amigo era capaz de darle.

Por la felicidad y el cariño y la ternura y la confianza y… Por Blay. Punto.

Al cabo de una eternidad, el pelirrojo les hizo rodar sobre la cama, sacándolo de su interior, hasta que estuvieron tumbados, Qhuinn con la cabeza sobre su pecho jadeante. Tenía los ojos cerrados, concentrándose en respirar a través del jodido filtro de emociones que le rodeaba. No se dio cuenta del tiempo que llevaba en silencio hasta que el pecho de Blay retumbó bajo su oído al hablar.

-Di algo. Lo que sea, pero di algo.

-Deja que me quede.- su cerebro y su lengua se aliaron para decir justo lo que necesitaba-. Aunque sólo sea por esta noche, deja que me quede aquí

Blay no contestó, pero Qhuinn oyó cómo tragaba saliva. Luego forcejeó para liberar las sábanas arrugadas y les tapó a ambos. Qhuinn no se planteó hacerse el machito, cruzar los brazos tras la cabeza y decir “ven aquí, pequeño,” o alguna otra estupidez supuestamente reconfortante. Encontró que estaba perfectamente así, acurrucado sobre Blay, escuchando el “bum bum” de su corazón, con la mano apoyada sobre su pecho.

Los brazos de Blay le ciñeron, recelosos al principio y luego con fuerza, aislándolo durante unas horas más de su particular corte de demonios. Qhuinn se quedó dormido encogido contra Blay, con la sensación de sus dedos acariciándole el pelo.

Tal como siempre había sabido, Blaylock era el más hombre de los dos. Por eso sólo había una cosa que pudiera decirle.

Aunque eso sería más tarde, ahora podía ser feliz durante unas horas.»

ESCENA PLAGIADA POR PERVERSA EN EL CAPÍTULO SIETE DE «SU» OBRA «A TU LADO» (disculpad los fallos de configuración, he extraído el texto de un pdf), publicada en la sección «Desván» del blog The Dream of Desire el 6 de junio de 2011:

CAPÍTULO SIETE

samy despertó con el cuerpo de Marc inclinado sobre él,

sus labios se apoyaron contra los suyos, suaves y

dulces, como si estuviera besando algo apreciado, valioso,

delicado. Se dejó vencer por el peso de Marc hasta tumbarse

sobre las almohadas que tenía detrás de su espalda,  con su

compañero encima, entre sus piernas.

Acarició la espalda aterciopelada con las manos, sin prisas,

con los ojos cerrados. Marc se acostó sobre él, apoyando el peso

en su costado, y recorrió con los dedos el perfil de su rostro, sus

cejas, su labio inferior.

Lo dejó hacer, con una mano en el pelo húmedo de su nuca,

y la otra apoyada en su espalda, inseguro.

Los labios de Marc volvieron a los suyos, besando sus

comisuras, antes de desviarse a sus mejillas, su mandíbula y su

cuello, salpicándolo de besos tiernos, acariciándolo con la punta

de la nariz. Oliéndolo como si él fuera un perfume exquisito.

Samy lo abrazó sin aprisionar, inclinando el cuello para dejarle

acceso y exhalando el aire de un suspiro.

—Ojala pudieras verte a través de mis ojos —murmuró Marc

contra la piel de su garganta, una de sus manos enredada en su

pelo rizado.

—¿Qué vería? —tuvo que aclararse la garganta.

—Alguien hermoso. Y no sólo por fuera. —Marc apoyó un

codo en una de las almohadas, recostando la cabeza sobre la

palma mientras lo miraba con calidez y su mano derecha recorría

su labio inferior—. Eres pequeño, Samy, delicado, precioso,

tierno, maravilloso, sólo que tú no lo ves. ¿No es cierto mon

pettit?

S

57

—Siempre me han dicho lo hermoso que era, solo que nunca

me he visto de esa forma, tan solo cuando tú me miras.

Completamente inseguro, se limitó a aferrarse a Marc

cuando volvió a besarlo, esta vez entrando en él, lento, mojado y

profundo mientras se movía despacio para hacerse sitio entre sus

piernas. Samy nunca había besado a alguien tanto rato, ni había

abrazado a nadie así, porque nunca le había interesado sentir a

nadie, no de esa forma. Ahora daría todo en su corta vida por

quedarse abrazado a Marc, dejando que su… su cuerpo tomara

todo lo que su pareja le transmitía.

Las manos de Marc bajaron hasta su cintura. Dejó de

besarlo el tiempo suficiente para mirar su cuerpo desnudo. Marc

se apoyó con las manos sobre el colchón, encima de él,

levantando las caderas para que Samy pudiera sentir su pene

grande, y la punta esponjosa rozó la suya.

Sólo aquel roce sensual fue suficiente para que Samy se

arqueara, atrayendo a Marc hacia él con las manos sobre su baja

espalda. Abrió las piernas, haciendo que Marc cayera entre ellas,

apretando sus ingles calientes. Notó los testículos de Marc contra

los suyos y tuvo que reprimir un gemido.

Nunca en la vida habría podido ir tan lento de no estar

agotado en todos los sentidos, aturdido más allá de las palabras y

excitado. Marc dio gracias por encontrarse así, porque su

debilidad le permitiera dar a Samy su primera experiencia como

se merecía.

—¿Te gusta sentirme? —la voz de Mark era tan suave como

su tacto, chocantemente suave en contraste con sus músculos

enormes.

Samy alzó las caderas, frotando sus erecciones.

—¿Tú qué crees? —jadeó cuando notó la humedad brotando

de sus penes.

La lengua de Mark empezaba a trazar dibujos lánguidos

sobre su cuello, hacia abajo.

—No sólo ahí, ¿te gusta notarme cerca? —murmuró antes de

morder suavemente uno de sus pezones.

58

Samy lo abrazó con tanta fuerza como se permitió. Pero

Marc ni siquiera se quejó.

—Me haces sentir vivo, único en cada fibra de mi piel. —La

voz le salió suave, apenas un susurro.

Marc sonrió contra su pezón y su aliento acarició como

niebla la piel que había dejado húmeda. Resbaló despacio hacia

abajo por su cuerpo, frotándose contra su polla, provocando sus

gemidos. Cuando sus dedos empezaron a juguetear con el otro,

Samy abrió los ojos como platos. Marc lo miraba con un peculiar

brillo sensual. Se llevó el dedo índice a la boca, chupándoselo con

intención, y luego acarició su pezón endurecido poco a poco, muy

lento. La maldita cosa se puso tan dura que pensó que se correría

en ese mismo momento.

—Joder, Marc. Vas a hacer… —se retorció, sudando— que

me corra, sólo con esto. —Marc sostuvo su pezón entre el índice

y el pulgar, frotándolo con cuidado, sin dejar de mirarlo, con los

labios hinchados y los mechones rubios sobre la frente.  «Santa

mierda». Su polla latió contra el vientre de Marc.

Marc sonrió y acercó la boca a su pezón, despacio. Los ojos

verdes se clavaron en los suyos mientras sacaba la punta de la

lengua y a Samy se le nubló la vista en cuanto lo tocó. Sólo tenía

que imaginarse lo mismo entre sus piernas y… su amante cerró

los labios sobre su pezón erecto y chupó con fuerza.

—¡Marc! —fue incapaz de estarse quieto, clavó los dedos en

la espalda de su pareja, cuando un calambre lo sacudió por

primera vez mientras Marc chupaba de su pezón, lo lamía y

estiraba.

Cuando movió la boca hacia el otro, sin dejar de acariciar el

humedecido con los dedos, Samy estuvo a punto de correrse. Se

frotó contra Marc en busca de alivio, moviendo las caderas

rítmicamente, pero otro hombre lo tenía atrapado y no lo dejaba

moverse con total libertad. Lo mantuvo atrapado contra  el

colchón con el peso de su cuerpo.

—Mierda, mierda, mierda… —jadeó, con el pecho sudoroso y

los pezones tan sensibles que notaba los malditos chupones ir

directamente hasta su polla.

59

La cabeza rubia empezó a bajar por su vientre, salpicándole

de dulces besos y saliva, y Samy se apoyó sobre los codos,

incapaz de apartar la vista, no queriendo perderse nada, ni un

ápice de lo que Marc tenía pensado hacerle esta mañana. Marc le

dirigió una mirada color verde a la altura de su ombligo y las

pelotas de Samy se encogieron, mandando calambres de placer

hasta el último rincón de sus células.

—¿Vas a dejar que te lo haga? —dijo Marc a milímetros de

su polla y la cosa empezó a supurar, irguiéndose al máximo de

sus posibilidades.

—¿Crees… que voy… a salir corriendo? —gimió Samy.

—No lo sé. ¿Lo vas a hacer, te asusto Samy? ¿Voy

demasiado rápido?

Las manos de Marc, tan blancas y suaves, acariciaban su

vientre, sus muslos, invitándolo a separarlos más.

—Mierda, Samy eres hermoso bebé.

Samy sonrió. El gesto más lánguido y sensual que le hubiera

visto nunca.

Marc descendió hasta que tuvo a Samy en el ángulo de

visión de su polla y el rostro de Marc permaneció con  los ojos

claros clavados en los suyos. La lengua de Marc tocó la base de

su erección y subió hacia arriba, recorriéndola de un solo trazo.

Cuando llegó a la punta, abrió la boca, ciñéndola con los labios, y

bajó, tragándola entera en un apretado círculo húmedo.

Marc hizo algún sonido en su garganta al llegar a su base,

transmitiendo la vibración a toda la polla que tenía en su boca.

Samy se dejó caer de golpe sobre el colchón, gimiendo y

retorciéndose como un animal herido mientras las caderas se le

disparaban solas hacia arriba y sus manos se enredaban en el

pelo rubio de Marc.

El cielo, Samy acababa de tocar el cielo.

Era difícil sonreír cuando estabas a punto de ahogarte con la

polla larga de tu amante en la garganta, así que Marc lo hizo

mentalmente.

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Notaba las pulsaciones del miembro de Samy contra su

lengua y la sacó despacio, chupando la punta. Probó el sabor del

líquido que brotaba de ella antes de volver a bajar sólo con la

lengua, ignorando el juramento de Samy.

Tenía que acariciarlo entero antes de que el momento

especial acabara. Su lengua llegó a los pesados testículos y tuvo

que mantener a Samy quieto aferrándolo de las caderas con

fuerza suficiente para dejarlo anclado. Giró sobre ellos,

humedeciéndolos, pasando la lengua alrededor y por la delicada

piel entre sus pelotas, cerrando los ojos y aspirando su olor como

si viviera en un sueño.

Lentamente.

—¡Joder… Marc!

Los chupó enteros, despacio, deleitándose con esmero. Olió

el sudor de Samy cuando el autocontrol de su compañero

amenazó con saltar por los aires. Abrió los ojos para beber de su

visión, de lo jodidamente hermoso que era Samy dejándose

hacer, antes de volver a tragar su polla, presionando con los

labios y la lengua.

No pudo ir más lento porque Samy no lo dejó. Sus caderas

subían y bajaban, follándose en su boca y eso era lo que Marc

había buscado, hacer que su Samy se volviera loco de placer.

Esta vez, él era quien tenía la boca llena. Las manos de Samy

cogieron su cabeza y Marc estuvo a punto de irse ahí mismo al oír

su nombre en sus labios.

Su nombre, Marc,

Samy se disparó en su boca, tibio y abundante, y Marc tragó

su semilla sin vacilar. Era la primera vez que lo hacía con alguien.

Jamás se permitía tomar el semen de otro hombre en su boca,

era una de las cláusulas que había puesto en su contrato,  sexo

con total protección, se podían correr sobre su cara,  pecho,

incluso sobre sus pelotas, no en su boca. Solo que con Samy no

se sentía igual, él era suyo, nadie jamás había probado  ni un

centímetro de su cuerpo, Samy era suyo en cuerpo y alma… «solo

suyo». El sabor de Samy era adictivo en la boca de Marc, la

textura cremosa. Samy seguía corriéndose. Fue un largo y

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profundo orgasmo. Marc se quedó tumbado contra el costado del

chico cuando acabó, la mano derecha aun rodeando su polla con

suavidad. Los dedos de Samy juguetearon con su pelo despacio y

su pecho jadeó.

Marc besó la suave piel sudada de su vientre, moviendo

despacio la mano sobre su pene resbaladizo, sólo por el placer de

prolongar el contacto, de memorizar su suavidad. No sabía hasta

dónde les llevaría, ni hasta dónde soportaría llegar él sin perder

la cordura, pero lo quería todo.

Quería a Samy. Frunció el ceño cuando lo que sostenía en la

mano volvió a endurecerse.

Los brazos de Samy tiraron de él, queriendo que se echara

encima. Solo que no se lo permitió, no quería dañar de nuevo a

su bebé. Tomó a Samy entre sus brazos y cambió sus posiciones,

quedando él debajo. Los ojos de Samy brillaban como gemas

después del orgasmo, era una maravilla para la vista, si se podía

definir algo así. Y Samy consiguió lo que nadie había conseguido

en toda su vida, que Marc se sonrojara un poco avergonzado por

tanta adoración con que Samy lo miraba.

Las manos morenas de Samy le cogieron la cara y lo pilló

totalmente por sorpresa con un beso casto, tierno. Parpadeó.

—Súbete encima de mí, Samy. —Marc lo miraba serio, sus

ojos quemándole—. Quiero que esta mañana sea perfecta, mon

pettit.

Ambos lo querían. Parte de su vergüenza, la que había

sentido en un principio por no estar a la altura, había

desaparecido.

Marc estiró la mano hacia la mesita de noche, abrió el cajón

y sacó un tubo de lubricante que había metido unos días antes.

Samy siguió sus movimientos con los ojos hasta que lo vio coger

el gel. Marc se frotó los dedos, untándoselos con lubricante, y

luego lo atrajo hacia él hasta que Samy estuvo montado a

horcajadas, con las piernas a ambos lados de Marc.

La mano de Marc le enlazó la nuca para obligarlo a agachar

la cabeza hasta poder besarlo con facilidad. Samy jadeó contra

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sus labios en cuanto una mano resbaladiza empezó a acariciar su

polla caliente. La otra mano de Marc se coló por detrás, entre sus

nalgas, y él jadeo se convirtió en un gemido al notar sus dedos

jugueteando con su entrada.

Cuando lo penetró el primero de sus dedos, despacio, Samy

supo que estaba en el lugar que tanto había deseado y con el

hombre de sus sueños.

Marc siempre había usado poco lubricante, los chicos a  los

que follaba, eran experimentados o les gustaba un poco  de

escozor, además de que los preservativos que se comercializaban

ya venían con lubricante incorporado. Con Samy no necesitaba

los preservativos pero sí el lubricante, nada de dañar a su bebé.

Nunca había ido tan lento, siempre había seguido un guión y

un tiempo. Y estaba disfrutando de las dos cosas con un  jodido

nudo en la garganta que no lo había abandonado desde el

momento en que empezó a acariciarlo.

«¿Cuándo se había sentido tan feliz? ¿Tan sereno? Jamás.»

Samy le mordió los labios y tembló cuando él lo penetró con

un segundo dedo, entrando con suavidad, moviéndolos poco a

poco mientras su otra mano acariciaba toda su longitud. Apretó

ligeramente la punta y Samy gimió en su boca, colándole el

sonido hasta la garganta. Sus dedos entraron más

profundamente en él, repartiendo el lubricante, ensanchándolo

hasta que Marc tocó algo en su interior, un punto rugoso.

Samy se separó de su boca y enterró la cabeza en su

hombro, poniéndole el vello de punta con aquel gemido agudo y

largo contra su oído.

—Virgen, Samy, me encanta oírte. Muévete para mí.

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Montado encima de él, con las manos y las rodillas apoyadas

en el colchón a los lados de su cuerpo, Samy empezó a ondular

despacio contra sus dedos, resbalando a la vez la polla en su

palma y Marc pensó que no había visto nada tan erótico entre los

cientos de cuerpos que se había follado.

Le chirriaron los dientes, obligándose a ir lento, a pesar de

que su propia polla estaba ya más que lista para introducirla en

su culo. Penetró a Samy con un tercer dedo y estuvo al borde de

correrse sólo con el gemido que le arrancó. Los movimientos de

su pareja se volvieron más rápidos, y Marc apoyó la cara contra

su pelo mientras lo masturbaba con fuerza, siguiendo su ritmo de

ondas largas.

—Hazlo Samy, quiero que te corras encima de mí. —

Murmuró en su oído—. Quiero que me marques.

Rugió. Su Samy rugió desde el fondo del pecho, acelerando

su vaivén mientras Marc movía los dedos en su interior  y

presionaba su polla, cada vez más rápido.

—MQMarc. —Samy gimió, sollozó o jadeó o lo hizo todo junto

contra su oído y su semen le bañó el estómago en pulsaciones

líquidas.

—Eso es, Samy, eso es. —Lo acompañó mientras se vaciaba,

con caricias largas y besos en el rizado pelo sudado.

Samy volvió a jadear cuando lo soltó y sacó los dedos de su

interior.

Giró el rostro hacia él, con la inseguridad y la vergüenza

mezcladas a partes iguales mientras aún temblaba.

—Eres lo más sensual que he visto en mi jodida vida, Samy.

—Murmuró.

Samy escondió la mirada bajo las pestañas, mordiéndose el

labio.

Marc metió la mano entre sus cuerpos y se untó la polla con

la semilla de Samy además de con lubricante. No iba a hacerle

daño. Moriría antes que volver a hacerle daño. Iba a doler, de eso

estaba seguro, Samy era virgen y él no era precisamente un

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hombre dentro de los cánones normales, su polla sobrepasaba la

media en centímetros y grosor. Pero maldita fuera si dañaba a su

pettit.

Samy desvió la mirada hacia abajo para ver lo que hacía y

sus mejillas se pusieron rojas. Marc se movió bajo él para poder

incorporarse un poco, sentándose en la cama, y después lo cogió

de las caderas para guiarlo sobre su polla más que preparada.

Samy seguía con la mirada baja y Marc lo tomó de la  cara con

una mano, levantándosela.

—¿Qué sientes? Dímelo.

Samy meneó la cabeza y apoyó las manos en sus hombros,

a horcajadas sobre él, rozando su erección.

—No quiero pensar Marc, solo quiero sentirte, dentro de mí…

muy dentro de mí.

Pegó los labios a los de Samy durante un largo rato antes de

poder hablar.

—Entonces no lo hagas. Mírame. —Sostuvo los ojos de color

miel—. No dejes de mirarme, Samy. Ojala… ojala puedas

entender lo que me haces.

Los ojos claros de Samy siguieron clavados en los suyos sin

moverse un ápice mientras Marc resbalaba las manos por  sus

costados hasta las nalgas, separándoselas con suavidad. Lo guió

hasta su polla y siguió mirándolo cuando su pareja empezó a

bajar.

Sólo cerró los ojos cuando Marc entró en él con una presión

lenta, sostenida y casi dolorosa. Tal como estaban, con él

sentado y Samy montándolo, podían abrazarse mientras se

miraban, Marc atento a cualquier señal de dolor. No la hubo. Sólo

una leve incomodidad cuando estuvo totalmente enterrado en la

bendita estrechez del interior de Samy.

Ni un solo rastro de dolor cuando se hacían las cosas bien.

Los dos temblaron cuando Samy se movió un poco,

acomodándole, y Marc acarició toda la extensión de su espalda.

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Samy lo miró con lágrimas en los ojos y una sonrisa tierna.

—Ahora si somos uno sólo, Marc.

—¿Qué es esto, Samy? ¿Qué es lo que me haces? —

murmuró, buscando la mirada de su amante. Él se movió con

delicadeza, arriba y abajo, con un movimiento sensual de  sus

músculos, y Marc tuvo que apretar los párpados, desbordado.

—¿Qué sientes Marc?. Dímelo. —Las manos de Samy se

apoyaron en sus hombros, sosteniéndose para poder alzarse y

bajar.

Sus propias caderas salieron a su encuentro, acompañando

el vaivén profundo. Metió la mano derecha entre ellos,

acariciando la rigidez de Samy, maravillándose cuando su pareja

jadeó, en éxtasis, sin dejar de moverse sobre él, flexionando los

abdominales y los muslos.

—Tú haces… Me siento… querido, amado y en casa, por

primera vez en casa. —Cambió el ángulo de sus caderas y supo

que había alcanzado lo que buscaba por el gemido de Samy—.

Eres… Dios, Samy. —Algo enorme estalló en su pecho, algo hecho

de felicidad, de perdón y de aceptación—, sólo tú. Sólo contigo.

Quiso decir más, pero no pudo y, bendito fuera, Samy

pareció entenderlo, porque sus brazos lo ciñeron con más fuerza

hasta que Marc escondió la cara en su cuello. Su brazo izquierdo

siguió enlazando a Samy contra él mientras su mano derecha

acariciaba su erección con el mismo vaivén suave de sus cuerpos.

El calor lo recorrió en oleadas, no sólo concentrado en sus

pelotas como cada vez que follaba a alguno de los actores. Creó

ecos en su cuerpo y en su alma, calentándolo despacio pero

profundo, imborrable. El olor de Samy lo marcaba como ninguno,

demasiado aturdido como estaba por lo que sentía, porque

alguien como Samy estuviera haciendo el amor con él, por lo

grande y jodidamente correcto que era todo.

—Esto es lo que quería contigo. —El susurro de Samy contra

su oído sumó otro escalofrío a los que ya lo sacudían.

No se refería sólo al sexo. Porque lo que estaban haciendo

no era sexo, no como Marc lo había entendido toda su vida.

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Besó el cuello de Samy mientras se movían en un vaivén

acelerado, pegados el uno al otro, magullándose con la fuerza de

sus brazos. Las caderas de Marc recibieron cada encajada de

Samy como si hubieran estado programadas para ese preciso

momento, siguiendo el frenesí en perfecta sincronía. Sus gruñidos

y gemidos se acoplaron junto con sus respiraciones hasta que

Marc pensó que se había perdido a sí mismo y se había  fundido

con Samy.

—Marc voy… voy a correrme. —Gimió Samy, abrazado a él.

—Déjame verlo.

Samy se separó de su cuello, apoyándose otra vez en sus

hombros para arquearse hacia atrás, frotando aquel punto de

nervios de su interior contra su polla mientras los músculos de

sus piernas lo impulsaban arriba y abajo a un ritmo frenético.

Marc no desvió la vista de aquel espectáculo, de su precioso

Samy feliz, sensual y satisfecho. Pasó la mano izquierda por los

abdominales tensos del chico, maravillado al ver cómo se mordía

el labio con los dientes mientras ondulaba sobre él.

Cuando Samy echó la cabeza hacia atrás con un gemido

ronco, clavándose sobre él y derramándose en su mano, Marc se

corrió al instante. Por la brutal sensación de las pulsaciones del

cuerpo de Samy alrededor de su polla, por el semen tibio entre

sus dedos o sólo por el jodido placer de ver a Samy  feliz, no

sabría decirlo.

Siguió corriéndose mientras Samy le acariciaba el pecho,

moviéndose aún con suavidad, ayudándole a descargarse.

Tembló entre los cojines durante varios minutos, incapaz de parar

el orgasmo y, cuando acabó, quedó exhausto, sin poder moverse

excepto para atraer a Samy contra él, abrazándolo sin ningún

espacio entre los dos. Jadeando a la vez.

Nunca había podido entender por qué hacer el amor era tan

diferente del sexo. Con Samy, ahora lo entendía. Samy era

mucho más que sexo, era su vida, su mundo, su destino, y

lucharía cada día de su existencia porque siguiera siendo así. Solo ellos dos, sin más aditivos».